¿Cómo programar la calefacción para ahorrar?

Según datos del Instituto para la Diversificación Energética (IDAE), el consumo energético más importante de los hogares es en calefacción. De media, un hogar español dedica el 47% de su energía a satisfacer esta necesidad tan estacional y tan importante.

Prestar la máxima atención en mejorar su eficiencia es fundamental, y para conseguirlo poder programar su uso un elemento indispensable.

 Dos situaciones de derroche energético 

Mantener la temperatura ideal de los espacios que habitamos durante el invierno no es sencillo. Nuestros hábitos de vida han cambiado drásticamente en las últimas décadas: hoy pasamos muchas horas fuera de casa. Debemos evitar caer en una de estas dos situaciones de derroche energético, ambas muy comunes y frecuentes:

Tener la calefacción en temperatura "normal" cuando no estamos en casa: se trata, evidentemente, de un sinsentido. Nadie se está beneficiando de ese calor que deja huella en tu factura.

Regresar a casa y que la calefacción lleve muchas horas apagada: además de la incomodidad de pasar frío hasta que la casa se caliente, querer alcanzar rápidamente la temperatura confort es una manera ineficiente y poco recomendable de tratar a nuestro sistema de calefacción.

La solución a este malestar con dos filos es claramente programar tu calefacción para que se comporte de manera racional y, por supuesto, eficiente.

"Tú necesitas una temperatura estable, pero tu casa no. Baja la calefacción cuando no estés en casa."

Temperatura para la casa

Es inevitable hablar de calefacción sin tocar la pregunta que siempre se repite: ¿a qué temperatura tiene que estar tu casa?

Como en todas las preguntas importantes, no existe una única respuesta que valga para todo el mundo y habrá que tener en cuenta la situación de cada uno. Pero como norma general, tanto el IDAE como otros organismos especializados consideran que podemos pasar un invierno agradable manejando las siguientes cifras:

Temperatura confort: la que usamos cuando estamos en casa y no estamos durmiendo. Con 21ºC deberíamos poder pasar un invierno agradable, no necesitamos más. Si sentimos frío, tendríamos que probar a abrigarnos algo más.

Temperatura nocturna: debemos dormir arropados y, en consecuencia, bajar la temperatura durante las noches. Entre 18ºC y 20ºC es lo deseable.

Temperatura para bebés: si hay niños pequeños en casa, se puede subir la temperatura de confort para que oscile entre 22ºC y como mucho 24ºC.

Temperatura ausente: la que debemos elegir si vamos a estar fuera de casa durante más de dos horas. Si nos vamos para trabajar u otras tareas que nos mantengan lejos del hogar entre dos y doce horas, es recomendable elegir unos 17ºC o 18ºC. Si salimos de viaje deberemos apagar la energía de nuestra casa y mantener la calefacción totalmente apagada o a una temperatura mínima para evitar congelaciones y deterioro de muebles o utensilios. Unos 7ºC pueden bastar.

La clave de todo esto es poder adelantarnos al momento en que necesitamos cada temperatura. Necesitamos que al abrir la puerta ya tengamos la temperatura confort y que al meternos en la cama ya estemos llegando a la temperatura nocturna. Para ello, deberemos dar las órdenes a nuestra calefacción con una antelación que será mayor o menor dependiendo del tamaño de la vivienda y del sistema de calefacción. Como norma general, para pisos urbanos de menos de 150 metros cuadrados y caldera de gas natural debería ser suficiente con los siguientes preavisos:

Pedir temperatura confort cuando volvemos del trabajo: 1 hora y media antes de llegar a casa.

Fijar temperatura nocturna: 2 horas antes de irnos a dormir.

Pedir temperatura confort al regresar de un largo viaje: unas 8 horas antes de llegar a casa.

Para conseguir adelantarnos a nuestras necesidades de esta manera, necesitamos programar la calefacción mediante un termostato.

"Tu casa no necesita estar a más de 21 grados durante el invierno. Y en los dormitorios puedes dejarlo en 18 grados."

Termostato analógico y la casa inteligente

El termostato controla el funcionamiento de la calefacción. Los termostatos más sencillos y primitivos solamente tenían una función: regular la temperatura. Al seleccionar unos grados, actúa encendiendo la calefacción cuando la temperatura es más baja que dichos grados, y apagándola cuando se iguala o supera esta temperatura marcada. Sin lugar a dudas el termostato fue un gran invento, pero quedarnos solo con esta función nos deja con la incomodidad de tener que poner en marcha el termostato manualmente y no ser capaces de adelantarnos al momento.

La gran evolución en lo que a termostatos se refiere llegó cuando consiguieron incorporar un reloj. Así podemos programar las horas en las que queremos pedirle una u otra temperatura al termostato. Así podemos adelantarnos al momento.

Aunque este sistema es mucho más eficiente que el de los termostatos manuales, aún tiene alguna pega. Por ejemplo, lo normal es que nuestro hábito de vida no sea tan fijo, y que muchos días regresemos al hogar después de la hora programada, malgastando así energía.

Para evitar este punto, los termostatos más recientes cuentan con conexión inalámbrica a Internet. Así podemos controlarlo todo desde nuestro móvil, a distancia, y avisar de que llegamos tarde... o de que estaremos en casa antes de lo previsto.

De hecho, con la tecnología de la casa inteligente es posible incluso seleccionar diferentes temperaturas para cada habitación de tu casa.

Fuente: Endesa